domingo, 6 de septiembre de 2015

NEGRA Y CRIMINAL

Ayer sábado 5 de septiembre, después de la inesperada noticia de que Negra y Criminal cerraba sus puertas, no he podido más que pasarme por allí, como si una fuerza desconocida me impulsase a ello. Estaba seguro que iba a ver, como tantos y tantos sábados: mejillones y vino y muchos amigos. Acerté.
Me pasé para saludar a Montse y a Paco. Para saludarlos como he venido haciendo siempre, pero esta vez con un: ¡hola Paco! y un: ¡hola Montse! y estrechar sus manos. Sin más. No quería que ese saludo significara algo diferente, ni mucho menos que supiese a despedida.
Pero una vez allí, intentando moverme entre todos los que, casi impulsivamente, trataban de elegir libros para llevarse, busqué algunos ejemplares para añadir a mis siguientes lecturas. Me costó hacerlo porque eran muchas las manos que iban cogiendo ejemplares de las estanterías done, por minutos, se iban abriendo huecos vacíos a medida que pasaba el tiempo, o de la mesa central que apilados, y amontonados, desparecían y estaba a punto de verse el color de esa superficie que jamás pude comprobar su tonalidad por estar repletos de ellos.
Luego, a hacer cola para pagar los diferentes ejemplares que cada uno de nosotros llevábamos en la mano o bajo el brazo, esperando abonarlos y meterlos en esa típica y conocida bolsa amarilla y negra de BCNEGRA. Después, dejar que nos pusieran el sello de la librería para recordar que fueron esos los últimos que adquirimos en nuestro mítico lugar de encuentro de negras letras.
La tienda, imposible de moverse en ella. La puerta con gente que entraba o trataba de salir al exterior y que te lo dificultaba. La calle abarrotada de lectores y escritores amigos con los que se comentaba lo que a todos nos dolía, dejando en el aire esa especie de melancolía que sin darnos cuenta respirábamos.
Era espectacular, pero a la vez con ese halo de tristeza, el ver como el personal salía de vez en cuando a hacerse fotos con Montse y con Paco para tener ese recuerdo.

 
Esa escena no solo se repetía con ellos sino que, nosotros mismos, los asistentes, nos fuimos haciendo algunas de esas capturas a través de fotos posadas o de selfies, intentando tener ese marco incomparable en el que para mí y mi manifiesta imaginación apenada, colgaba de su puerta, tal rótulo luminosos, un imaginario cartel con la palabra "efímero, todo es efímero".
 
  
 
Yo mismo quise recodar ese día junto a muchos de mis amigos con los que me he venido reencontrando tantas veces en nuestro santuario.
No con todos pude hacerme la instantánea, a algunos de ellos me era dificultoso hacerles posar porque estaban rodeados de gentes que trataban de robarles una dedicatoria en sus recién adquiridos ejemplares, como lo fue por ejemplo con el "Maestro" Andreu Martín, que para poderse marchar tuvo que explicarnos que le esperaba la policía, lo cual, a pesar de que, de forma reiterada, nos manifestó ser cierto, no lo dimos por creíble.
 
 





 
 


Tal y como nos tiene acostumbrado Paco, no faltó algún detalle que nos llamara la atención y este fue un reconocimiento que brindó, con exquisito gusto, a muchos de los que por allí habían pasado, evidentemente no están todos, pero siempre quedará esta imagen que, también yo, he querido guardar.



Espero que el 3 de octubre pueda sumarme al último encuentro con la pareja (Paco y Montse) y pueda no solo despedirlos, sino agradecerles lo mucho que han hecho en su librería por la Novela Negra, por la literatura, por la cultura. Por dejarnos entrar en su casa, lugar donde todos nos hemos sentido invitados siempre y donde jamás se nos cerró su puerta.
 
Sé de buena tinta que no dejáis este mundo de regueros de tinta, y que continuaremos viéndonos en otros eventos, pero sé que en estos momentos cerramos una etapa, y solo puedo deciros:
 
¡¡¡¡¡ GRACIAS !!!!!     Muchas gracias a los dos.

Vicente Corachán
 

lunes, 24 de agosto de 2015

CUBELLES NOIR


Podría decirlo de muchas maneras, los adjetivos sirven de calificativo para los hechos, pero me quedo con este "El parto de Cubelles Noir" que así lo tildó Sebastià Bennassar en esa misma presentación.
Hace un año que Xavier Borrel -en uno de esos encuentros que tenemos mientras veraneamos en Cubelles-, me comentó que le rondaba montar un Cubelles Negro y yo, que me dejo enamorar fácilmente, le manifesté mi entusiasmo.
Tras varias charlas, decidimos tirarlo hacia delante, pero veíamos un pequeño problema, venían nuevos tiempos electorales y eso es complicado por dos cosas: el que te atiendan proyectos en esos momentos y el posible cambio de gobierno (eso siempre crea cambios inesperados y problemáticos en ese sentido), así que decidimos esperar, pero aún así, Xavi lanzó una fotografía de un solar en la playa cuya leyenda hacía comprender que la idea ya estaba forjada.

Cientos de charlas se llevaron a cabo con todos los miembros de lo que llamamos la "Penya Black" (un puñado de locos por este género) hasta que al final Xavi, pasadas las elecciones y ya con un gobierno nuevo, capitaneado por la alcaldesa Rosa M. Fonoll, empieza la parte activa y las diferentes reuniones con la alcaldesa y con Ester Pérez (la regidora de Cultura), las cuales demuestran estar encantadas con el proyecto.

A partir de ahí, manos a la obra y la maquinaria empieza a funcionar como un reloj, José, nuestro ilustre diseñador, empieza a dibujar el cartel y nosotros a divulgarlos entre los colegas -que son muchos-, a los que les encanta la propuesta.
Siguiendo el símil, diríamos que ahí es cuando el "predictor" nos dice que estamos embarazados.
Unos meses después, llega el día y damos a luz oficialmente nuestro proyecto, creando el Cubelles Noir, el punto de partida del GARRAF NEGRO.
Rosa M .Fonoll y Ester Pérez, totalmente volcadas con nosotros, nos brindan la oportunidad de presentarlo de manera oficial el 22 de agosto de 2015, en el  Centre Social y así lo hacemos, a las 12 horas llevamos a cabo la rueda de prensa.
El momento fue espectacular, con un montón de identificaciones policiales de los diferentes personajes que vienen haciéndonos disfrutar en este tipo de literatura, y rodeados de lupas, armas, linternas, ejemplares de novelas de algunos de los autores y, a nuestros pies, la silueta del recién retirado cadáver tras su asesinato.



En la mesa nos sentamos acompañados por Ricardo Bosque (alma mater de la revista Calibre 38), Jordi Monsó (el gran diseñador e ilustrador, creador de nuestro cartel), y Agustí Agrimón.



 
Tras las oportunas explicaciones de cómo había nacido CUBELLES NOIR, pasamos el micro a varios de las personas que habían venido a este nacimiento, entre ellos nombres tan ilustres como el del "maestro"  Luís Gutiérrez Maluenda, la genial Empar Fernández, el sabio Sebastià Bennassar y los no menos grandes: Carles Quiles, Emili Bayo, Rafa Melero, Josep Camps, Francesc Blanco (espero no dejarme a nadie), así como también a José Andrés Espelt (de Cruce de cables) y Miguel Ángel Díaz de "Somnegra", personas todas ellas que mostraron su especial apoyo a esta idea que nace el 20 de agosto de 2015.
 
Por supuesto que también hablaron otras voces. Voces que para nosotros son las más importantes: las de los lectores, que como Agustí Agrimón que nos acompañó en la mesa. Ellos nos manifestaron aquello que ellos buscan encontrar en las novelas que eligen, y lo que esperan de jornadas como esta, prometiendo por nuestra parte que intentaremos darle, a ellos y al resto de personas y entidades del género negro, todo eso que todos esperamos encontrar.
 
El acto se cerró con unas palabras de la alcaldesa, que nos declaró su apoyo incondicional.
 
La fiesta sin embargo continuó, marchándonos todos a disfrutar, en una terraza junto al mar, de una veraniega paella.

OS ESPERAMOS EN 2016.

Os adjunto algunos de los links sobre publicaciones de este acto, y el reportaje que se emitió en la televisión de CANAL BLAU:
http://canalblau.xiptv.cat/embed/210989?width=778&iframe_width=800&share&height=438&iframe_height=484

http://m.eixdiari.cat/doc.aspx?idDocument=56988






sábado, 20 de junio de 2015

ASESINATO EN EL CASAL.

ASESINATO DE FICCIÓN
VS
DESCUBRIMIENTO REAL


 
 
De nuevo he podido disfrutar con otro de esos asesinatos de ficción que llevo a cabo.
Asesinato en...  es un acto donde existen dos tipos de actividades lúdicas, tipo gincana, similar a un juego de rol.
La principal, es la parte en la que un grupo de personas tienen que hacer de investigadores y descubrir el autor de un asesinato y la otra, y no por ello la menos importante, es en la que, unos voluntarios (normalmente se descubre a personas con grandes aspectos interpretativos), representan a los diferentes personajes que intervienen en la obra y donde uno de ellos es el autor del crimen -otro el cadáver, que no puede faltar-.
Se trata de un acto muy divertido donde me lo paso genial observando como, personas que -en la mayoría de casos- no tienen nada que ver con el mundo teatral, interpretan de una manera sensacional a cada uno de esos personajes.
Por otro lado la diversión radica en comprobar como hacen su trabajo los que se presentan a hacer de "detectives". Estos tienen que ir observando minuciosamente todo lo que ocurre a su alrededor y escuchar -sin perder detalle- cada uno de los interrogatorios que ellos mismos determinan que hay que hacer.
Es una acto muy divertido -y no es porque lo diga yo-.
 
Los que hacen de detectives, se encuentran que son llamados por una persona que ha presenciado un asesinato y este llama a la Policía. A partir de ahí los detectives se presentan en el lugar de los hechos para intentar averiguar el responsable del crimen y tratar de resolverlo.
Esperan a que venga el Juez y el Forense para que hagan el levantamiento del cadáver -acto que resulta muy instructivo y lúdico, ya que eso solo lo pueden ver en las películas y aquí lo viven de forma real-.
Una vez que el Juez autoriza a que se inicie la investigación, los detectives escuchan la versión del único testigo y ahí empieza el juego.
Todo dependerá de su astucia, sagacidad y sentido común.
 
Este evento lo preparé de forma especial para un acto que se llevó a cabo en la Biblioteca Marta Mata de Cornellá. La obra tuvo tal éxito que me lo han pedido para ejecutarlo en varios sitios más (bibliotecas, casales).
La obra, entre otros lugares, se ha representado en las primeras Jornadas Negras de Collbató de 2014 y también en el Festival Internacional de Novela Negra de Collbató de este 2015.
La última representación ha sido este año en la Fiesta Mayor del barrio de Ciudad Cooperativa-Molí Nou de Sant Boi de Llobregat, donde, una vez más, tanto los interpretes como los participantes lo hicieron fenomenal y todos nos lo pasamos genial.
Os dejo unas imágenes para que os hagáis una pequeña idea, pero sé que no os van a servir de mucho, si queréis disfrutarlo de verdad, esperar a que se lleve a cabo otra y venís a verla.
 
¡NO OS ARREPENTIRÉIS!
 

FASE DE INVESTIGACIÓN:
 
  
 
 
 
FASE DE INTERROGATORIOS:
 
                          
                    
                   
                   
                                                
 
Vicente Corachán.
 

miércoles, 22 de abril de 2015

ENTREVISTA EN ETV

Esplugas 20 de abril de 2015


Una vez más como cada dos meses, he estado invitado al programa LINIA DE SERVEIS para charlar de literatura negra y de detectives.
En esta ocasión dimos un repaso al resultado del FESTIVAL INTERNACIONAL DE NOVELA NEGRA DE COLLBATO que llevamos a cabo el pasado mes de marzo. También comentamos la entrega de premios que haremos el próximo 29 de abril en el Casal Can Massallera de Sant Boi donde entregamos los ganadores de ese concurso de relatos SANT BOI DES D`UNS ULLS MENUTS en el que han participado 154 alumnos de los colegios de Sant Boi y entre los que se han elegido 15 finalistas, tres de ellos elegidos como ganadores finales. El premio principal será para elegido como vencedor del concurso que se llevará un ordenador portátil, el segundo y tercero se llevarán cada uno una tablet. A los 12 restantes se les entregará un lote de libros. Todos los concursantes se llevarán un premio por haber participado.

En el apartado dedicado a los detectives comentamos varios temas, pero la mayor parte de la tertulia fue dedicada al desgraciado percance que había ocurrido esa misma mañana en un colegio del barrio de la Sagrera, en Barcelona, donde un chico de 13 años mató a un alumno y dejó heridas a otras 4 personas. Un hecho que esperamos que no tenga imitadores.

http://etv.xiptv.cat/linia-de-serveis/capitol/20-abril-2a-part-detectius-i-novella-negra



martes, 14 de abril de 2015

XERRADA EN LA BIBLIOTECA ANTONI COMAS DE MATARÓ


Cuando hablamos de cultura y en concreto de literatura, tenemos que hablar de muchas cosas conexas a ello y que son las que le dan vida. Tras el escribir una obra, en este caso en género negro, policial y/o criminal, el autor deja su barco navegar en un mar de destino incierto. En un mar en el que necesita que no haya calma, sino todo lo contrario, necesita tempestades y fuertes vientos cuyas olas lo lleven, sin hundirse, a visitar todos los puertos posibles. Esas olas son las editoriales y distribuidores, esos puertos las librerías y bibliotecas donde sus ciudadanos, los lectores esperan ansiosos a que desembarquen.
En este caso, este puerto al que ayer, 13 de abril de 2015, arribamos fue la Biblioteca de Mataró Antoni Comas, donde nos recibió su Directora Sílvia Barragán y su adjunta, la bibliotecaria Ali Carrillo. Ambas nos tenían preparada una bienvenida especial, siendo dichas personas las causantes de LA XERRADA: 

Entre crims reals i ficticis



Dos policies, dos professionals que han viscut de prop alguns dels crims del nostre país com a investigadors, i que un dia van decidir dedicar-se a la seva passió: l’escriptura de gènere negre. Rafa Melero i Vicente Corachán són col·legues, i la seva amistat va sorgir a partir d’aquest segon vessant més amè. Tots dos ens explicaran i debatran sobre les experiències i anècdotes viscudes durant la seva carrera com a policies, investigadors i ara també com a escriptors.
Rafa Melero és mosso d’esquadra, és cap de la comissaria de Ponts (la Noguera) i ha estat dotze anys a la policia judicial. Ha viscut crims que, com ell alguna vegada ha expressat, seria millor oblidar. Autor de l’Ira del Fènix (2014), acaba de sortir publicada la seva segona novel·la, La penitencia del alfil.
Vicente Corachán va formar part durant uns anys dels Serveis d’Informació del cos de la Guàrdia Civil. Va fer diversos cursos especialitzats, entre els quals de TEDAX, fiscal, policia judicial i especialista en investigació. Va deixar el cos i el 1990 va obrir una agència de detectius privats. És pèrit cal·ligràfic, criminalista i escriptor. És l’autor dels llibres Un cadáver para un detective (2011) i¿Estoy llamando a un detective? (2012).
Organitza: Biblioteques de Mataró – Direcció de Cultura de l’Ajuntament de Mataró

14 de abril de 2015.  Biblioteca Antoni Comas, Mataró.

La tarde se cerró con una extraordinaria charla en la Biblioteca Antoni Comas de la costera localidad de Mataró. Tras ser recibidos por su directora Sílvia Barragán, el acto se abrió a las 19:30 horas con una espectacular presentación de la mano de la bibliotecaria Alicia Carrillo que ofreció al público asistente un desarrollado y extenso currículo vitae de los dos invitados a la tertulia literaria: Rafa Melero autor de "La ira del Fenix" y "La penitencia del Álfil" y Vicente Corachán autor de "Un cadáver para un detective" y "¿Estoy llamando a un detective?.
Al acto acudió un maravilloso público, demostrando ser grandes entendidos en la materia del género negro (entre los asistentes se descubrieron a varios escritores y escritoras). 
Tanto Rafa Melero como Vicente Corachán nos hicieron disfrutar contando lo que para ellos resulta ser la diferencia entre los crímenes reales y los de ficción.
Ambos dieron debida cuenta en cuanto a que los crímenes que plasman en cada unas de sus obras son totalmente diferentes a los que "por suerte o por desgracia" -dijeron literalmente-, han tenido que vivir en sus vidas profesionales. Nos comentaron que para ellos eran diferentes porque esos, los de tinta, son fabricados exclusivamente para entretenimiento y divertimento de los lectores; los otros distan mucho de ser así, llevando todos ellos unas connotaciones que, de ninguna manera, se viven ni se puede llegar a valorar por mucha novela negra que uno pueda leer.
Un acto muy entretenido, y por otra parte muy enriquecedor, que no hace más que mostrar que el lector de novela negra sabe de esto tanto o más que los propios escritores.

Por mi parte, dar las gracias a la Biblioteca, a los asistentes (entre los que me encontré personas muy especiales para mí, como lo fue mi amiga Silvia) y a Rafa Melero, con el que es un lujo poder estar en un acto como este.








domingo, 1 de marzo de 2015

BULBOS DE GRANDIFLORA



Bulbos de grandiflora



Su voz parecía saahogada cuando le pidió que fuera corriendo. Él dejó caer las tijeras al suelo y salió como si le estuvieran quemando la espalda, consciente de que si lo requería de aquella forma era porque le ocurría algo muy grave.
Los casi diez metros de largo que tenía el invernadero que habían construido para cultivar las rosas, le pareció eterno. Tuvo la sensación de que nunca iba a llegar.
Se asustó al ver que ella no estaba al final de la mesa donde, durante la última hora, había estado de pie cambiando la tierra a unas macetas y plantando unos nuevos bulbos de “grandiflora”.
Cuando llegó pudo ver que se encontraba arrodillada en el suelo. Llorando. Con una mano en la cara y la otra en el pecho.
—¿Qué te ha pasado? —le dijo, mientras intentaba cogerla por las axilas y ponerla en pie, pero era un peso muerto y no lo consiguió.
—Ya estoy mejor. Gracias. —no era cierto.
En el último año había tenido dos amagos de infarto. Su salud era delicada a pesar de que aún no era sexagenaria. Él temía que su corazón cualquier día les diera un disgusto.
—Te lo he dicho muchas veces. No deberías estar tanto tiempo de pie —La besaba al tiempo que, de rodillas, junto a ella, le secaba las lágrimas que resbalaban por aquellas arrugadas y pálidas mejillas que, no hacía demasiado, eran tersas y rosadas como las propias rosas que ahora cultivaba.
Apartó varias de las macetas que estaban apiladas sobre el pequeño banco de madera y la hizo sentar mientras le daba a beber un poco de agua fría. Ella temblaba, aun así, acariciaba su mano a la vez que sus pequeños ojos de color caramelo se clavaban en los de él. Sabía que sufría por ella. Treinta y cinco años de matrimonio y seguían enamorados como el primer día.
Unas horas más tarde, el plomizo cielo de la tarde se oscurecía dejando manchas rosas y violetas que el sol había pintado mientras trataba de esconderse para dar paso a la noche. La mecedora bailaba al compás de los chirridos del balancín de madera. Con los ojos cerrados escuchaba como él le leía a Víctor del Árbol mientras yacía plácidamente asida a su fuerte mano. Él la observaba como si fuese la primera vez que la veía, como si no la conociera. Disfrutaba mesando su pelo. El tic-tac del reloj de cuco musitaba de forma acompasada su repetida melodía, la cafetera silbaba emulando al tren que avisa de su llegaba a la estación, mientras, el denso vapor que desprendía empañaba la ventana de la cocina.
William se levantó, apagó el fuego y, sobre la vieja bandeja de alpaca, dispuso dos tazas, azúcar, cucharillas y dos cortes del bizcocho al limón que ella le había preparado horas antes.
Daban las nueve de la noche cuando sonaba el timbre. Ella sospechó que él había llamado al doctor. Habían estado discutiendo durante la tarde sobre ese asunto, pero ella se negó. Se percató que no fue así cuando vio entrar a Charles. Se le congeló el aliento. A él también.
—Buenas tardes —dijo, de pie en la misma puerta de la cocina. Sabía que su presencia le iba a extrañar a ambos.
El contacto entre ellos no había cesado, pero se reducían a momentos señalados, las obligadas felicitaciones navideñas, acción de gracias el cuatro de julio y para los cumpleaños. Hacía algo más de un año y medio que William, por la enfermedad de Sue, había dejado la brigada. Desde entonces solamente se habían visto un par de veces. La última vez fue dos meses atrás, en la celebración de la jubilación de Charles.
La cena sirvió para ponerse al día de muchas cosas, sobre todo de la recaída de Sue, algo que tenía muy preocupado a William. Cuando acabaron, ella se retiró a descansar, estaba muy agotada. Ellos pasaron al salón.
—Te apetece un trago —le mostró la botella de Macallan mientras Charles se acomodaba en uno de los dos sillones orejeros de lectura que se encontraban frente a una pequeña mesa de cristal.
—Sí, gracias —contestó mientras ojeaba uno de los dos libros que había en el apoyabrazos—. Que sea doble, y ponte tu otro. Posiblemente te hará falta cuando escuches lo que te voy a contar.
No hizo falta preguntarle más, sabía que no había que ponerle hielo.
Mientras servía el licor miró lo miró de reojo y observó que, de uno de sus bolsillos, sacaba un papel. Acto seguido colocó sobre la mesilla un par de posavasos y le entregó uno de los whiskys.
—Por los viejos tiempos —espetó Charles alzando la copa. Él no articuló palabra, brindó y asintió con la cabeza. Estaba ansioso y a la vez turbado por saber a lo que había venido y qué era aquello que le quería mostrar.
Charles no tardó en entregarle el papel. William lo cogió y antes de empezar a desdoblarlo, se le quedó mirando fijamente. Charles no apartó la mirada. No se dijeron nada.
Mientras lo leía, Charles, sin apenas saborear el licor, daba un largo trago y dejaba el vaso sobre la mesa.
—¿Esto es una broma verdad?  —no daba crédito a lo que acababa de leer.
—No, para nada. No vendría aquí a mostrarte semejante barbaridad si creyese que fuese una broma.
Durante un rato permanecieron sin decirse nada. William repasó dos veces más lo que decía aquella nota. Trató de analizarla. Charles ya había hecho lo mismo antes de decidirse a presentarse ante él.
—¿Sabes quién puede ser? —sabía que la respuesta iba a ser negativa pero aún así quiso asegurarse de que no hubiese podido sacar alguna conclusión, por pequeña que fuera.
La nota era escueta pero muy explícita. Decía así: “El Fénix resurge de sus cenizas y recobra su libertad. A partir de ahora, tú y tu amiguito, tenéis los días contados”.
—¿Por qué crees que se refiere a nosotros dos? ¿Quién crees que puede ser?
La primera pregunta tenía en sí misma la respuesta. Sabía de sobras que se refería a ellos dos y por eso hizo la segunda. Durante todos aquellos años en el departamento DECO (Departamento Especial de Crimen Organizado) había dado como para que muchos de los que habían acabado con sus huesos en la trena, por culpa de ellos, tuviera motivos para querer matarlos y mandar un anónimo de esas características.
—No tengo ni idea. Le he dado muchas vueltas —dijo, obviando la pregunta que no debía haberle formulado.
William apuró su bebida de un trago. Volvió a mirar de nuevo la nota. Como si quisiera obtener una respuesta que antes no había podido conseguir.
—Lo recibí ayer —continuó explicando Charles—. Lo encontré al abrir la puerta, lo habían echado por debajo. Ni el sobre ni la nota tienen ninguna huella; ya lo he mirado. Lo he analizado yo mismo. He intentado saber quién pudiera ser pero son cientos a los que hemos metido entre rejas. Jamás pensé que alguno de ellos quisiera vengarse. No es común. El que haya escrito esto tiene que tener un motivo muy especial.
—¿Y…?
—Pues que no podemos quedarnos con los brazos cruzados —contestó Charles.
—¿Y qué pretendes que hagamos? —Tragó saliva—. Lo mejor será ponerlo en conocimiento. Pediremos que nos pongan protección y que un equipo de investigación se ponga manos a la obra y que se encargue de averiguarlo. Nosotros estamos fuera de juego y no tenemos posibilidades de saber quién narices es ese loco y por qué mierda puede querer vengarse.
Por momentos la tensión subía atmósferas y daba la sensación de que se calentaba el ambiente. Subía la temperatura corporal, de la frente de William afloraba el sudor y no parecía dispuesto a darle valor al miserable que intentaba trastrabillar la paz que ahora tenía y, mucho menos, preocupar a Sue.
—Sabes de sobras que son muchos los que pueden formar esa lista, pero piensa una cosa. —se levantó del sillón y se puso de pie frente a él. Su intención era clara, trataba de convencerle de que estaban en peligro— ¿Te has parado a pensar que los dos estamos jubilados y que el que ha escrito esto lo sabe perfectamente?
William no dijo nada, permaneció reflexivo durante un instante. Le hubiera gustado zanjar la conversación en aquel mismo momento, subir a la habitación, tumbare junto a Sue, dormirse y tratar de olvidarlo todo. Para nada quería ahora sumar eso al problema de salud de corría su esposa, pero era consciente que no podía pasarlo por alto porque no sabía las consecuencias a las que quería llegar el autor de la nota.
—Te equivocas Charles. Nosotros no podemos hacer nada. Estamos fuera. Tú te obstinas en pensar que puedes seguir haciendo investigaciones. Como te paso con el caso de Flánagan. Prometiste averiguar por qué murió y aún no has dejado de meter la nariz en ese avispero. Todos sabemos que aquello pasó y ya está. Se hizo la investigación y no se sacó nada. Ahora quieres meterte a investigar este otro asunto. Un asunto que nos concierne pero en el que nosotros no podemos hacer nada por nuestra cuenta. Lo que debemos hacer es ponerlo en conocimiento y olvidarnos. Reconoce que nuestra vida es otra. Ya no somos policías.
Charles no estaba de acuerdo, su espíritu era otro y en este caso que temía por la vida de ambos, aun se encontraba con más razón.
—El que sea, sabe donde vivo yo y probablemente pueda saber dónde vives tú. Al margen de querer controlar este asunto, he venido para avisarte y que te andes con ojo. He venido controlando si alguien me sigue desde que he salido de casa y no quiere pasarme el resto de  días así. Si no quieres echarme una mano lo entenderé, Sue está muy mal y te debes a ella. Has de cuidarla. He venido a ponerte al corriente. No te preocupes, lo haré yo. Te tendré al corriente. Si se te ocurre algo dímelo. Gracias por el whisky, veo que sigues teniendo un excelente gusto.


Sue no había podido evitar escuchar la conversación. Cuando subió, a ver cómo se encontraba, estaba despierta y semiincorporada en la cama.
—¿Crees que puede existir algún peligro? —No había acabado de entrar cuando ella le hizo la pregunta.
La miró sin saber que contestarle. Tampoco quería preocuparla. Estaba muy débil.
—La verdad es que no lo sé. Entiendo que nadie hace algo así por capricho, pero no veo quién quisiera… —respiró profundamente y obvió acabar la frase— Puede que Charles tenga razón, pero el problema es que el sigue pensando que aún está en activo. Se equivoca.
Ambos callaron. Ella esperando una respuesta definitiva. Él pensando la que dar.
Se acercó a la cama y se sentó junto a ella. Sue le agarró la mano y se la apretó fuerte. Le cogió de la barbilla y le giro la cabeza hacia ella para mirarle fijamente a los ojos.
—Charles no ha venido porque sí. Sé que si yo estuviera bien habrías tomado otra aptitud. Medítalo. Puede que exista un riesgo y por nada del mundo quisiera que te pasara nada. Yo estoy bien. No te preocupes. Haz lo que crees que debes hacer.


La mañana les regaló una niebla que iba despejándose lentamente y que, de forma dispersa, dejaba que los rayos del sol iluminaran y calentaran la alcoba.
Se despertó pronto aunque apenas había podido dormir. La besó, se levantó y bajó a la cocina.
Mientras sostenía un vaso de zumo que acababa de exprimir llamó a Castillo. Lo hizo desde su teléfono móvil. Usó una tarjeta que aún guardaba, era la que utilizaba para llamadas que no quería que quedaran registradas. El que había sido su jefe durante tantos años tenía que conocer lo que ocurría. Estaba seguro que era el único que les podría ayudar a desenmascarar al autor del anonimato.
Durante unos minutos, de forma muy discreta, le puso en antecedentes. Aunque ya no estaba en el mismo departamento, le pidió que buscase los expedientes de todos aquellos a los que habían detenido y que ahora pudieran estar en libertad. La lista no podía ser muy larga, sus clientes, como él los llamaba, cumplían normalmente cadena perpetua o pena de muerte. Solo unos cuantos gozaban de una condena menor con posibilidad de salir a la calle antes de acabar con sus huesos en una fosa. Le dijo, que el responsable de aquel escrito tenía que ser uno de ellos, por fuerza, y que entre los tres podrían descubrirle. Acordaron en verse en un par de horas en casa de Charles, con esa lista y con los expedientes de cada uno de ellos.
La viudedad de Charles y no tener descendiente alguno, hacía que no tuviera que temer por la seguridad de nadie, excepto de la suya propia. William estaba en desventaja en ese sentido, por eso quería asegurarse y efectuó una segunda llamada.
Cuando finalizó, subió a la habitación donde aún permanecía Sue descansando. Le comentó sus planes y esperó a que llegase su hija Irene, la había llamado minutos antes para que viniese a recogerla y se la llevase con ella. Durante toda la noche meditó muy bien las posibilidades que existían en que alguien tuviese un verdadero interés en querer acabar con ellos dos y la identidad del mismo.
Cogió el coche y se dirigió a la casa de Charles. Poco antes le había escrito un mensaje diciéndole que se dirigía hacia allí. No le dio más explicaciones.
Al llegar llamó al timbre y escuchó la voz de Charles que, desde dentro, le pedía que pasara. La puerta no tenía la llave echada. Era temprano y le extrañó no oler al incienso de mandarina que tenía por costumbre encender todas las mañanas. Pensó que durante el tiempo que hacía que no se veían habría podido cambiar de hábitos.
Cruzó el vestíbulo y el largo pasillo dirigiéndose hacía allí. Tampoco olía a café. Llegó a la cocina, de donde había intuido que procedía la voz de su amigo. Nada más cruzar la puerta todo se oscureció de repente.


No sabía cuánto tiempo había transcurrido, pero no llegó a un minuto. Cuando pudo abrir los ojos sentía un fuerte dolor en la nuca y a duras penas veía nada. Todo estaba borroso. Finalmente pudo advertir, entre sombras, unos pies atados a una silla. Supo que aquella situación tenía consecuencias desagradables.
—El señor se ha despertado por fin —la cabeza le daba vueltas, como si estuviese en un tío-vivo. Le costaba reconocer la voz porque estaba aturdido, pero la había escuchado muchas veces— Ya no eres el mismo. Antes eras mucho más duro. La inactividad te ha mermado tus habilidades.
Por fin levantó la vista y pudo ver al que estaba frente a él, atado en la silla. La sangre que tenía en el rostro no le hubiera permitido reconocerlo si hubieran estado en otro lugar. Charles estaba totalmente desfigurado. Había recibido una brutal paliza.
—¿Puedo incorporarme? —la patada en las costillas le dejo sin respiración. Se dobló.
—¿Crees que me puedes engañar? ¿Crees que no sé que sabes que soy el autor de esa nota? —Le pisaba la cara con su bota mientras le decía aquellas palabras.
Le volvió a dar otro punta pie, este fue mucho más doloroso. William no dijo nada. Se quedó estirado en el suelo, medio encogido, rabiando por dentro. Él se agachó, le colocó una brida de plástico en las muñecas y le dejó las manos atadas a la espalda. Lo incorporó dejándolo sentado en el suelo y siguió comentándole.
—Por eso me has pedido que traiga los expedientes de los que puedan estar en libertad. Sabías que eran pocos los que podrían estar en esa situación. Sabías de sobras que he sido yo el que la escribió y por eso me has llamado. Para que yo pensase que querías pedirme ayuda y confundirme. ¿Crees que no te conozco? Sé cómo es tu juego.
William seguía en el suelo. Lo miraba. Desde su situación sabía que podía hacer bien poco. Él estaba armado y le apuntaba con el revólver. Era consciente que en cualquier momento podía disparar aunque sospechaba que no querría acabar con ellos de un disparo, eso alertaría a los vecinos. Les debía tener preparado otro tipo de final.
Analicé la nota —arrancó a decir William—. Había algo que no era normal en un anónimo escrito por alguien que quería acabar con nosotros. Nadie amenaza una muerte porque su víctima se puede preparar para ello. Lo hace y punto. Has sido tan inútil como siempre has demostrado. Has querido hacernos creer que el que lo escribió tenía que ser alguien al que habíamos metido en la cárcel y que ahora estaba en libertad, por eso la patraña del Fénix y de estar en libertad. Eso haría que pensáramos que el responsable estuviera entre cinco o seis como máximo, con lo cual nos podíamos volver locos en averiguarlo y te daba la posibilidad de acabar con nosotros y que no hubiera forma de que nadie descubriera el autor. Descubrirían el anónimo y quedaría sin resolver pensando que nos habría matado el mismo que lo escribió.
—Exactamente. Tú lo has dicho. Has acertado. Contaba con eliminaros cuando estuvieseis investigando por ahí por vuestra cuenta. Sabía que no podríais dejar de creer en la amenaza. Pensáis que sois todavía “superpolis” —dijo, haciendo con los dedos los signos de las comillas, incluso sujetando el arma con una de sus manos—. Siempre os habéis creído el ombligo del mundo.
Charles miraba a William esperando que de un momento a otro reaccionase, pero no tenía posibilidad alguna, estaba a dos metros de él y sentado en el suelo con las manos atadas a su espalda. Era consciente que de un momento a otro acabaría con ellos. Estaban vendidos a la voluntad del puto Teniente Castillo. Su antiguo jefe.
—Te equivocas, no te saldrás con la tuya. —dijo William, tratando de recuperar su atención—. Podrás acabar con nosotros, pero no evitarás pagar por ello —Castillo explotó a reír con una ruidosa carcajada.
—¿De verdad? Cómo lo vas a hacer. Acaso piensas que podrás explicarlo de alguna manera cuando estés enterrado en un foso. Ni siquiera sabes los motivos por los que os voy a liquidar.


—A noche, de pronto, recordé el caso Flánagan —La cara de Castillo cambió de inmediato. Los músculos de su cara se tensaron. William lo notó y continuó—. Por eso te apartaron del grupo. Su muerte no fue un accidente. Nunca se pudo demostrar, pero no fue como tú lo describiste. Nunca se supo por qué acudisteis los dos allí si no había un servicio abierto. Solo estabais los dos en el puerto cuando llegamos nosotros. Flánagan muerto en el suelo. Reventado porque alguien le había atropelló y tú, sin haber visto nada. Ni matrícula, ni modelo. Lo que ocurrió fue que él descubrió que los contenedores llevaban cocaína y que tú estabas metido en ello, por eso tuviste que acabar con él. Te libraste por falta de pruebas y nunca se llegó a saber, pero perdiste tu cargo y la posibilidad de continuar en el grupo.


—Me jodisteis los dos —lo interrumpió. Elevó la voz mientras se acercaba a Charles y le ponía el revólver en la frente—. Quisisteis seguir investigando y acabasteis con mi carrera. El capullo de Flánagan no tenía que haber venido aquella noche al puerto. El contenedor se estaba descargando sin problemas, pero tuvo que hacerse el iluminado. Su confidente le dio el chivatazo para ganarse un kilo de coca y él quiso comprobarlo por su cuenta y cuando llegó nos encontró allí. Quiso detener a aquella gente él sólo y lo aplastaron con un coche contra uno de los contenedores. Yo no le maté, pero tuve que dar una respuesta a lo sucedido. Perdí la carga y los colombianos me responsabilizaron de ello. Vosotros metisteis las narices y los de asuntos internos me obligaron a dimitir como Teniente Jefe del departamento de investigación de la DECO. Me enviaron a las cloacas, a patrullar las calles. Apartado del grupo no pude restituir la droga que se había perdido, ni hacer nada para que entrara otro cargamento. No os podéis imaginar por lo que he tenido que pasar desde entonces. Arruinasteis mi carrera y mi vida. Ahora me lo cobraré personalmente con la vuestra.
Se guardó el arma en la cintura y se dirigió al final de la cocina. Sobre el mármol había un bloque de madera vertical con seis tipos de cuchillos de cocina de diferente tamaño. Cuando se disponía a coger el más grande. Se escuchó un estruendo.
Fue como una explosión y los cristales de la ventana y los de la puerta que daba al jardín se hicieron añicos.  Todo ello mientras dos hombres vestidos de negro, totalmente uniformados, colgando de unas cuerdas a modo de la película de Tarzán se hacían en el interior de la estancia sin que diera tiempo sin siquiera a saber de que ese trataba.
Castillo no había podido reaccionar cuando le dieron el alto pidiendo que soltara el cuchillo que sostenía en su mano izquierda.
Cuando se percató de lo que realmente estaba ocurriendo lo dejó caer mientras su mano derecha se la llevaba a la espalda. A partir de ese momento solo se escuchó la frase “quieto, levanta las manos” y a ello le siguió el ensordecedor ruido de varios disparos que le acertaban en su hombro, piernas y brazos, mientras él blandía su revólver tratando de apuntar sin éxito hacia uno de aquellos hombres.


  


En apenas unos segundos, la cocina se lleno de gente y aquello se convirtió en un cuartel. El olor a pólvora y a sangre se mezclaba en el ambiente haciéndolo casi irrespirable. Se masticaba la tensión.  Al ruido estridente de las sirenas de los coches de policía y de las ambulancias que se habían apostado a lo largo de toda la calle y el bullicio de la gente que se agolpaba en las aceras, para ver la que se acababa de montar, era digno de una de las películas de John McTiernan. Aunque, la semejanza con la “Jungla de cristal” era abismal.
Castillo, con las esposas puestas, tumbado en la camilla y sangrando por todos lados mientras era atendido por el personal médico, observaba como el Capitán González le quitaba a William la grabadora y el micrófono que le habían instalado antes de entrar en la casa para que pudiese servir de prueba la declaración que estaba seguro que iba a obtener de él.
Charles, al que también le estaban haciendo unas primeras curas de urgencia y que consistían en meterlo unos algodones por los orificios nasales para mantenerle el tabique lo más recto posible, deslumbrado por la reacción de William, alzaba el dedo pulgar de su mano izquierda mostrando su aprobación mientras se esforzaba, con el labio partido y dos dientes menos, en decirle alguna palabra:
—Sabía que no me ibas a dejar solo. Pero..., podrías haber venido antes.

—Lo siento, la niebla que hoy cubre la bahía es mucha y cubre todo Chicago —Y dándose la vuelta, como si fuera el mismo Bogart, añadió—: Eso me impidió conducir más rápido. Sabes que soy un hombre jubilado.
 




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